Catástrofe en Rosario
Me enteré del derrumbe en Buenos Aires…estaba de visita en casa de mi hija y me llama mi hijo mayor desde Rosario preguntándome como estaba… me costó darme cuenta que quien hablaba era mi hijo…no le reconocía la voz…-Nancy está bien…! Decía (me tranquilizaba, mientras yo me preguntaba cual sería el peligro del que estaba a salvo)…intentando componer tiempos y espacios le pregunté de que me hablaba… -ah! ¿no sabés nada? -No hijo: qué es lo que no sé?. Bueno se imaginan el resto del dialogo en donde me entero de la tragedia y le recuerdo que no estoy en Rosario sino en Buenos Aires mirando dibujitos con mi nieto menor
Mi hijo se recuperaba de a poco del shock que sufrió al no poder saber si su mujer había sido afectada por el derrumbe ya que estaciona habitualmente en la zona donde sucedió lo inimaginable. Nada, ¡boludeces! al lado de lo que han pasado los que han perdido la vida, los que han perdido a sus seres queridos, los que han perdido su salud, los que han perdido sus objetos preciados, la vivienda, los muebles, esas cosas que implican años de esfuerzo conseguir y las cositas que amamos porque sí, de gusto nomás. No hacía falta vivir en la torre derrumbada ni en los edificios afectados para morir, si pasabas por ahí en ese momento no contabas la desdicha… por eso fue una cadena de llamados que se sucedieron, mensajes de facebook, etc. Necesitábamos señales de vida de nuestros seres queridos (y no puedo dejar de pensar en los que encontraron la confirmación de la pérdida temida, cuánto dolor me causa!)
Rosario está en estado de shock, hoy todos nos preguntamos por las condiciones de seguridad de nuestras viviendas, hoy todos sentimos que amanecer cada día es un milagro, hoy todos los rosarinos sentimos que cualquiera hubiera podido estar ahí en ese momento, no estamos a salvo. Es una inseguridad que no es la de la fragilidad de la vida humana sino la fragilidad de las mínimas garantías que los humanos no respetamos. Hay algo que va más allá del capitalismo, y que Freud nos mostraba claramente como el triunfo de la pulsión de muerte sobre la de la vida.
Recordé la pelea en el consorcio del edificio en el que vivo, las peleas porque una mayoría no quería asumir los gastos que implicaba cambiar la red de gas que estaba perimida, recordé las peleas por el tiempo que debimos comprar comida hecha o comer sandwichitos y que querían matar al administrador, al portero, a alguien que supuestamente les impedía el placer de tener el gas sin pasar por las dificultades de la reparación…
Me alienta en este momento desolado ver cuántas almas se suman a la solidaridad, al auxilio del semejante en desgracia, a brindar su apoyo, su abrazo, su palabra…
Celebro que nuestro gobernador haya decidido pagar los alquileres de los que han quedado despojado de todo.
No somos más que sobrevivientes…
A.B.
...La insólita tragedia es un escenario de horror. Ha sido comparado por algunos con un terremoto, por otros con el ataque a AMIA, con alguna guerra o con una de esas típicas invasiones mundanas siempre a beneficio de la economía bélica, experiencias dolorosas que hasta ahora nuestra ciudad no registraba en su agenda de hechos naturalizados…
Lo cierto es que tiempo atrás solía decir -a cuento de la política sojera y la famosa inversión en ladrillos que siempre he criticado- que esta zona iba a estallar justamente por el exceso de construcciones hacia el cielo. Es que explotaba por entonces, en la vereda de enfrente de mi domicilio y con periodicidad, un equipo de suministro de electricidad. Tanto ladrillo a la ligera sin revisar, adecuar y/o actualizar el mantenimiento de infraestructura necesaria (suelos, gas, electricidad, espacios verdes, agua, y muchos etc.) Negocio es negocio a reventar! Me recuerda a la política camiones versus transporte en trenes, que hoy ya parece naturalizada…
La cuestión es que EXPLOTÓ un edificio entero en la zona. Y no por simple negligencia. Es imposible describir el efecto subjetivo de confusión, pánico, desesperación, shock o como gusten llamarlo. Un joven narraba en un periódico local que despertó y alrededor de su cama no sólo las paredes estaban caídas sino que observaba similar escena en lo que otrora era el departamento de enfrente. Es de los que pudo contarlo!
...
Más que nunca: dudemos del progreso, de ese cuya contracara es el horror de los descuidos sociales ante el respeto que amerita la vida digna de las poblaciones.
E.E.
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